¿Pero sabeis qué es lo más gracioso del asunto?
Pues que Agustí también cumplía añitos en esas fechas, así que decidimos darle la sorpresa a él también.
Así que ni cortos, ni perezosos le compramos un pastel, se lo colamos en la nevera sin que se diera cuenta y tras darle a Juá el suyo, sorprendimos a Agustí.
Naturalmente en su caso no le hicimos cumplir 83 añitos.
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