A la mañana siguiente nos fuimos a pasear por el centro, primero a Sol, donde una simpática muchedumpre al grito de:pedían las cabezas de cualquiera que no comulgase con su idea de libertad y solidaridad.
Es gracioso pensar, que de todo el mundo que allí se había reunido (incluyendo a Gallardón, Botella, Paqui y a mi mismo) nadie se hubiera leido el Estatut. Y lo que aún tene más guasa, que lo más probable es que tampoco se hayan leido la Constitución. Vale quizás Gallardón sí.
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