jueves, 1 de septiembre de 2011

En el fondo de un pozo

Hola de nuevo,

La última vez que me dirigí a todos vosotros era para llorar la pérdida de mi hija Helena, se me fue en la semana más larga de mi vida y aunque tenía pleno entendimiento de lo que iba a suceder, no puedo por más que confesar que me pilló por sorpresa. Sí, por que por más que uno se convenza de lo inevitable de la situación, por más que uno se prepare para el duro golpe y por más que uno se imagine la vida que seguirá cuando ella no esté, cuando al fin llega te sorprende, te sorprende el dolor tan intenso que querrías morir y ir tras ella, te sorprende el vacío que te envuelve, que te engulle y te aisla del mundo, que pone sordina a aquellos que te quieren consolar y comparten tu dolor. Pero sobre todo sorprende esa sensación de no estar allí, de que todo eso le sucede a otro, de dejarse llevar, de ser sólo un despojo, de no tener voluntad.

En los primeros días había tantas cosas que hacer que el dolor se diluía entre el deber de despedir a tu hija, la necesidad de reconfortar a tu familia y todos aquellos que, como tú, sufrían la pérdida de un ser tan especial. De todas partes llegaban miles de voces que se hacían eco de tu dolor, miles de rostros que reflejaban tu angustia, miles de abrazos que apuntalaban tu alma, así que no había más remedio que tragar todas esas emociones, que como fuego ardiendo corrían por mis venas, pidiendo a gritos poder salir y quemarlo todo y a todos, dejándome a solas, en medio de un campo yermo y gris, sin más compañía que sus recuerdos.

Y después llegaba la noche, y te quedabas a solas, encerrado contigo mismo en tu propia cabeza, y en ese preciso instante, sentías como se abrían las puertas del infierno y todo el dolor contenido te golpeaba furioso, rompiéndote el corazón, una y otra vez, noche tras noche, negándote la paz que trae el dulce olvido del sueño. 


Sueño reparador
Pero en esta vida todo llega, y al final, rendido y sin fuerzas te dejas ir y duermes, poco, pero duermes, lo suficiente para despertar pensando que todo ha sido un mal sueño, una pesadilla cruel en la que el destino te arrebataba lo más querido. Y al levantarte y abrir lo ojos, sólo puedes llorar cuando sientes la certeza de que todo sigue siendo real.

Quedarte en casa es un suplicio, todo te recuerda a ella, y fuera es aún peor, así que huyes, huyes bien lejos, donde la rutina no te la traiga a la memoria, donde los olores y sonidos te lleven a días más felices, a rincones olvidados donde te sentías seguro y nada podía alcanzarte para hacerte daño. Y así, poco a poco, el tiempo pasa y la herida se va cerrando, la sonrisa vuelve a tu cara y te sientes bien contigo mismo. Y al cerrar los ojos y pensar en tu pequeña, la recuerdas con cariño y la echas de menos, pero ya no sientes ese dolor en el pecho que no te deja respirar.


La vida sigue, aunque nos duela
Y entonces se acaba el tiempo de esconderse, ya no puedes seguir huyendo y tienes que volver a casa, a los recuerdos, a la gente, al dolor. Y la tierra se abre bajo tus pies y caes a un pozo profundo del que, ni puedes, ni quieres salir, pues fuera te espera aquello que temes con toda tu alma, enfrentarte a la cruda realidad.


Autor Baruque
Y desde allí os escribo, acurrucado en un rincón, sin valor para mirar a lo alto y ver la luz del día, sin fuerzas para emprender la escalada que me llevará de vuelta con todos vosotros, a sentir otra vez, a recordar, a padecer, en resumen a volver a vivir. No, no sufráis, ahora no  tengo fuerzas,   pero si la certeza que, al dejar estas palabras para que las leáis, también abandono esa pesada carga que me mantiene cautivo, y más pronto que tarde, abandonaré  el fondo de ese pozo.


Gracias de todo corazón por escucharme. 

Agur

Javi

2 comentarios:

Marivi dijo...

Estoy segura de que siempre habra alguien haciendo guardia arriba para tirar de la cuerda cuando quieras subir!!!!!!

Eva G dijo...

Javi, todos estaremos ahí alargando nuestros brazos hacia el fondo del pozo, para que os cojáis a nuestras manos y poder ayudaros así a salir de él. Mirar hacia arriba, hacia la luz y nos veréis.

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