miércoles, 27 de julio de 2011

Elegía

Hola de nuevo,

Hace exactamente una semana, el miércoles 20 de Julio de 2011 a las 16:40, Helena exhaló su último aliento. Estaba entre mis brazos, y su vida se había ido apagando, poco a poco, latido a latido, segundo a segundo, hasta que sus pulmones dijeron basta y su corazón no pudo por más que rendirse y, al fin, descansar.

Digo descansar por que, en una muestra más de su incansable fuerza, parte de él volverá a latir en otros pechos, de otros niños, que al igual que Helena, han tenido la mala fortuna de nacer alejados de la buena salud. Espero con toda la fuerza de mi alma, que esos pequeños puedan vivir una vida larga y plena, impulsados por el inagotable latido del corazón inquebrantable de mi pequeña Helena, y es que hubiese sido una injusticia, que un órgano tan obstinado, tan aferrado a la vida, hubiese acabado siendo pasto de las llamas.

Unas llamas que han consumido su cuerpo hasta convertirlo en cenizas, apenas un puñado de ellas que, con mucho cuidado y esmero, repartiremos, primero entre la familia, y luego entre eso tres lugares que nos han marcado a fuego, tanto a Paqui como a mí, Guadix y Ayamonte, cuna de nuestros padres y hogar de nuestros corazones; y por último Calella de Palafrugell, dónde el mar se hace poema y año tras año volvemos para rememorar nuestra juventud y fortalecer nuestro amor.



Estos siete días han sido poco más que un sueño de difícil despertar, ha habido tantas cosas que hacer, tantos cabos que atar, tantos flecos que cortar, que apenas me ha quedado tiempo para darme cuenta de lo sucedido, y ahora, sentado frente al ordenador, intento poner orden a mis pensamientos, y sobre todo, intento que los recuerdos que me quedan de mi hija no se reduzcan a sus últimos dos meses, encerrada en un hospital, ahogada en sedantes e hinchada por el ACTH. Lo cierto es que se hace imposible borrar esa huella profunda, esa quemadura en la piel, esa marca indeleble que supuso la estancia en el hospital, así que he querido rendir un pequeño homenaje a mi hija, creando una Elegía visual; y dado que mi verbo es trémulo y mi verso pésimo, me he servido de las palabras de Miguel Hernández en la voz de Joan Manuel Serrat, para dar eco a mis sentimientos.


No hay mucho más que pueda decir en este momento, quizás en unos días me sienta con fuerza suficiente para agradeceros, como es debido, a todos los que estáis ahí, vuestro apoyo y cariño para con nosotros y, en especial, para con mi hija. Hasta ese momento, os dejo un sencillo, pero muy sentido, gracias, gracias de todo corazón.

Agur

Javi

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